Por Mark Bentz, Diacono Transicional, Arquidiócesis de Portland, Oregon
He visto el amor de Dios hacia nosotros y quiero compartirlo con todos los que conozco. Mientras espero ser ordenado como sacerdote, me imagino haciendo lo que la Iglesia le pide a sus sacerdotes: celebrar fielmente los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación y proclamar el Evangelio con entusiasmo.
Tengo mucha experiencia con ministerios juveniles, como orador y en teatro, así que enfatizaré en predicar y trabajar con la juventud en la parroquia a la que se me asigne. También espero liderar grupos de estudios bíblicos sobre el Antiguo Testamento para ayudar a despertar la fe en la vida de las personas.
Mi año pastoral en St. Mary, Star of the Sea en Astoria, Oregon, y un verano que pasé en St. Joseph’s en Salem, Oregon, me mostraron las exigencias que existen para un sacerdote de una parroquia y la necesidad de ser flexible. En Astoria yo serví en una parroquia pequeña en la costa con una escuela católica que tuvo que ser cerrada. La experiencia fue poderosa. Me dio pesar la perdida de la escuela y asistí al pastor en consolar a la comunidad. En Salem, asistí en la parroquia más grande en la arquidiócesis y vi la necesidad de mayor estructura y organización. Ambas parroquias ayudaron a formarme.
He estado en cuatro ambientes de formación distintos durante los últimos nueve años—El programa de “Discernimiento Sacerdotal” de Franciscan University de Steubenville, el Seminario Mt. Angel en Oregon, el American College of Louvain en Bélgica que fue cerrado recientemente, y el Pontifical North American College en Roma. Cada programa ha contribuido a quien yo soy hoy día. En retrospectiva, cada asignación que he tenido me ha ayudado a ser la persona que Dios quiere que sea. He aprendido a confiar en Dios y en otros. También he aprendido que cuando le entregamos nuestra vida a Dios y nuestra voluntad, él nos los regresa con más abundancia de lo que alguna vez imaginamos.
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