Wednesday, May 1, 2013

El Camino a la Vocación: Nicholas Nelson



Por Nicholas Nelson, Diacono Transicional, Diócesis de Duluth

Yo quería atraer a otros hacia Cristo aun cuando jugaba hockey en el equipo titular de la Universidad de St. Thomas en St. Paul mientras asistía al seminario. Con amigos en la universidad y en el equipo de hockey, comprendí lo importante que puede ser el testimonio católico.

El seminario ofrecía una “Misa de última oportunidad” los domingos y creamos un grupo de Liderazgo de Hombres que se reunía cada jueves por la noche para atraer a otros a Cristo. Pero encontré que eran las amistades personales que yo tenía con mis compañeros y que continúo teniendo las que lograban la diferencia. Como sub-capitán en el equipo de hockey, logré la credibilidad que me permitía decirles cosas que otros a veces no podían. Logré captar su atención. Por nuestra amistad, ellos sabían que yo quería lo mejor para ellos.

Hay paz, alegría y esperanza que proviene de saber que nada nos puede separar del amor de Cristo. Es esa paz, alegría y esperanza que quiero compartir con otros. Como sacerdote tendré la oportunidad de llevar eso a la gente. Al celebrar los sacramentos, actuaré como representante de Cristo. Cuando la gente me confiese sus pecados, se los estarán confesando a Cristo y reuniéndose con Cristo. Cuando le aplique los santos oleos a una madre o un abuelo antes de que departan de este mundo—Será Cristo quien los esté ungiendo, cuando yo pronuncie las palabras de consagración, será Cristo quien hable a través de mí.

No estoy seguro como el Señor vaya a utilizar mis habilidades atléticas, quiero unirme a una liga masculina cuando regrese al norte de Minnesota. Los sacerdotes necesitan invitar a la gente a que vuelvan a los sacramentos. En Minnesota, el hockey puede ser esa herramienta de evangelización.

Durante uno de mis veranos en casa yo jugaba mucho hockey. Una vez, mientras descansaba, uno de los miembros del equipo blasfemaba, otro compañero le dijo, “No lo hagas, Padre Nelly está aquí.” Él dijo que estaba guardando todas sus confesiones para cuando yo fuera ordenado sacerdote. Entonces le dije que él no tenía que esperar, pero si era necesario que yo me ordenara como sacerdote para que el se reconciliara con Dios—entonces que gran regalo! Y le agradezco a Dios por ello.

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