The following is a Spanish version of the earlier post, "What's in a Name?"
Caritas in veritate, la caridad en la verdad, son las palabras que dan comienzo y nombre a la nueva encíclica social de Benedicto XVI. El título en sí recoge ya el mensaje central de la carta, dejando que el resto del texto lo desarrolle como los hilos de una madeja que se va desenrollando o piezas de un rompecabezas del cual ya tenemos una foto completa en la cubierta de la caja.
El nombre lo dice todo. Sin la verdad, la caridad, también traducida como amor, no tiene significado ni propósito, se convierte en mero sentimentalismo, “un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente” (3), dice el papa. “La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza” (2). A menos que entendamos que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, ha sido hecho para dar y recibir amor no podremos entender que la solidaridad es más que una opción personal y que cuidar de la creación es más que un estilo de vida.
Pero ¿por qué “en la verdad? Y ¿qué verdad? En el modo relativista de pensar actual parecen no haber cabida para verdades absolutas, ni parámetros de pensamiento y acción válidos para todos. Mi verdad no es tu verdad. Y así, la afirmación “la caridad en la verdad” no parece tener mucho sentido en un mundo desprovisto de significado último y verdades transcendentes.
Como voz que clama en el desierto, el papa Benedicto continúa predicando el evangelio de la verdad y sostiene que sí existe una Verdad última de la cual se derivan todas las demás verdades. Sí, existen cosas que dañan y destruyen a la humanidad y existen otras que la elevan y la llevan a alcanzar su pleno potencial. Sí, existen principios y valores universales que pueden ser percibidos por la razón y la fe y que deben guiar todos nuestros actos.
Sólo si aceptamos la verdad de la dignidad del hombre y la mujer, que éstos están hechos para el amor y la comunión, y que esta verdad se antepone a cualquier otra, tendrán sentido la búsqueda de la justicia y del bien común. Sólo entonces seremos capaces de ver que cualquier cosa que viole la dignidad de una vida humana, que le impida alcanzar todo su potencial o la transforme en capital dispensable, es una “injusticia” que reclama la restauración de la justicia, y que todos tenemos una responsabilidad en ello.
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