Por Don Clemmer
Formando la Conciencia para ser CiudadanosFieles, un documento de gran transparencia, es el llamamiento de los obispos a la
responsabilidad política. Una razón de
su importancia es que trata asuntos que tienen amplias ramificaciones en la
vida y el bienestar de todas las personas.
Otra razón es porque ofrece una guía para la convergencia de los valores
de la fe y el mundo de la política, lo cual es ciertamente un verdadero y
delicado desafío. Pero otra razón por la
que llama tanto la atención el documento es probablemente el hecho de que cubre
un área sobre la que a todos les gusta
discutir: la política.
A las personas les agrada que sus argumentos sean aceptados. Y, ¿qué mayor aceptación puede haber que poder decir que los obispos—y por su prolongación, Dios mismo — están de acuerdo con aquella opinión política o con esta otra? Esto hace que el documento Formando la Conciencia para ser Ciudadanos Fieles no sea considerado como una guía para comprender las enseñanzas de la Iglesia y así formar la conciencia, sino que es como un Cubo de Rubik católico con un código secreto que hay que descifrar, y que ofrece la posición ideológica católica definitiva. Teniendo esta posición estratégica, una persona puede combatir libremente cualquier otra perspectiva y a las personas que la sostienen.
Y ahí mismo yace el problema. Los católicos tienen el deber de abogar por los asuntos que afecten al bien común, tanto en las urnas como durante todo el año, y también tienen el deber de darle su respaldo de una forma digna de su fe. Esto quiere decir que no se puede ceder ante la mentalidad cultural que dice que es correcto entrar en un juego, que es en lo que se ha convertido la política en Norteamérica. En la enseñanza católica, el fin no justifica los medios.
En el video sobre civilidad en el discurso público (que forma parte de una serie de videos para promover el documento Formando la Conciencia para ser Ciudadanos Fieles), el Cardenal Donald Wuerl de Washington enumera "la falsedad, las mentiras, las distorsiones y las verdades a medias" como las cosas que los católicos no deberían estar diciendo o propagando. En lugar de esto, el reta a los católicos a que “expresen la verdad con amor".
Enfrentarse con las dos partes de un tema puede ser un reto, sobre todo con la cantidad de noticias que existen por cable, la blogosfera y las cajas de comentarios, y aun cuando se logre encontrar la verdad, hay otro reto adicional que es no utilizarla para actuar como un tonto.
El Papa Juan XXIII genialmente reiteró un principio orientador que ha sido atribuido a San Agustín así como a otros: "En lo esencial, la unidad; en asuntos dudosos, libertad; y en todas las cosas, caridad”. Mientras los dos primeros postulados dan pie a un debate sin fin de lo que es esencial y lo que es dudoso, el principio que gana es “en todas las cosas, caridad”. El cristiano no puede nunca dejar de amar, aunque esté entablando un intenso debate sobre asuntos de vida y muerte. La persona que no ama está en riesgo de convertirse, en las palabras de San Pablo, en un bronce que suena o címbalo que retiñe, que es algo que llama la atención porque hace ruido y es insoportable, pero que le falta significado o la habilidad de conectarse con las personas.
Cuando el Papa Juan Pablo II canonizó a Edith Stein en 1998, el Santo Padre recordó que ella llegó a insistir, “No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad”.
Al tomar parte en el mundo de la política en el 2012, los católicos deberían examinar las verdades de la Iglesia desde la perspectiva del amor: a los católicos les importa la reforma migratoria porque aman a los inmigrantes. A los católicos les importan las amenazas a la vida humana porque aman a los nonatos, a los enfermos y a los ancianos. A los católicos les importa el matrimonio porque aman la familia. A los católicos les importa la libertad religiosa y la pobreza doméstica porque aman a los pobres y vulnerables y quieren servirlos libremente. Finalmente, a los católicos les importa la paz mundial porque aman a todas las personas del planeta como parte de una familia inmensa e interconectada.
La importancia de la doctrina de la Iglesia sobre la dignidad de la persona es lo que obliga a los católicos a llevar su fe al ámbito público. Por lo tanto, esta doctrina esencial de “Ama a tu prójimo”, debe ser interpretada también en la forma en que los católicos traten a la persona con la que se encuentren en el ámbito público, inclusive sus correligionarios católicos, sin importar cuan acalorada sea la discusión o aguda la discrepancia.
Es un reto vivir de acuerdo a los estándares mencionados en los Evangelios: que por su amor el mundo los reconozca como seguidores de Jesús.
discutir: la política.
A las personas les agrada que sus argumentos sean aceptados. Y, ¿qué mayor aceptación puede haber que poder decir que los obispos—y por su prolongación, Dios mismo — están de acuerdo con aquella opinión política o con esta otra? Esto hace que el documento Formando la Conciencia para ser Ciudadanos Fieles no sea considerado como una guía para comprender las enseñanzas de la Iglesia y así formar la conciencia, sino que es como un Cubo de Rubik católico con un código secreto que hay que descifrar, y que ofrece la posición ideológica católica definitiva. Teniendo esta posición estratégica, una persona puede combatir libremente cualquier otra perspectiva y a las personas que la sostienen.
Y ahí mismo yace el problema. Los católicos tienen el deber de abogar por los asuntos que afecten al bien común, tanto en las urnas como durante todo el año, y también tienen el deber de darle su respaldo de una forma digna de su fe. Esto quiere decir que no se puede ceder ante la mentalidad cultural que dice que es correcto entrar en un juego, que es en lo que se ha convertido la política en Norteamérica. En la enseñanza católica, el fin no justifica los medios.
En el video sobre civilidad en el discurso público (que forma parte de una serie de videos para promover el documento Formando la Conciencia para ser Ciudadanos Fieles), el Cardenal Donald Wuerl de Washington enumera "la falsedad, las mentiras, las distorsiones y las verdades a medias" como las cosas que los católicos no deberían estar diciendo o propagando. En lugar de esto, el reta a los católicos a que “expresen la verdad con amor".
Enfrentarse con las dos partes de un tema puede ser un reto, sobre todo con la cantidad de noticias que existen por cable, la blogosfera y las cajas de comentarios, y aun cuando se logre encontrar la verdad, hay otro reto adicional que es no utilizarla para actuar como un tonto.
El Papa Juan XXIII genialmente reiteró un principio orientador que ha sido atribuido a San Agustín así como a otros: "En lo esencial, la unidad; en asuntos dudosos, libertad; y en todas las cosas, caridad”. Mientras los dos primeros postulados dan pie a un debate sin fin de lo que es esencial y lo que es dudoso, el principio que gana es “en todas las cosas, caridad”. El cristiano no puede nunca dejar de amar, aunque esté entablando un intenso debate sobre asuntos de vida y muerte. La persona que no ama está en riesgo de convertirse, en las palabras de San Pablo, en un bronce que suena o címbalo que retiñe, que es algo que llama la atención porque hace ruido y es insoportable, pero que le falta significado o la habilidad de conectarse con las personas.
Cuando el Papa Juan Pablo II canonizó a Edith Stein en 1998, el Santo Padre recordó que ella llegó a insistir, “No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad”.
Al tomar parte en el mundo de la política en el 2012, los católicos deberían examinar las verdades de la Iglesia desde la perspectiva del amor: a los católicos les importa la reforma migratoria porque aman a los inmigrantes. A los católicos les importan las amenazas a la vida humana porque aman a los nonatos, a los enfermos y a los ancianos. A los católicos les importa el matrimonio porque aman la familia. A los católicos les importa la libertad religiosa y la pobreza doméstica porque aman a los pobres y vulnerables y quieren servirlos libremente. Finalmente, a los católicos les importa la paz mundial porque aman a todas las personas del planeta como parte de una familia inmensa e interconectada.
La importancia de la doctrina de la Iglesia sobre la dignidad de la persona es lo que obliga a los católicos a llevar su fe al ámbito público. Por lo tanto, esta doctrina esencial de “Ama a tu prójimo”, debe ser interpretada también en la forma en que los católicos traten a la persona con la que se encuentren en el ámbito público, inclusive sus correligionarios católicos, sin importar cuan acalorada sea la discusión o aguda la discrepancia.
Es un reto vivir de acuerdo a los estándares mencionados en los Evangelios: que por su amor el mundo los reconozca como seguidores de Jesús.
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