Monday, October 22, 2012

Los Cincuenta Años Del Concilio:Todos Somos Misioneros



 
Bienvenidos a una de las series de los blogs sobre el Concilio Vaticano II. Cada nota examina uno de los 16 documentos producidos por los Padres del Concilio durante esa ocasión extraordinaria en la historia de la Iglesia. El Vaticano II, que unificó a los obispos del mundo, se fundó hace cincuenta años, el 11 de Octubre de 1962, en la Basílica de San Pedro.
 
 
Hace cincuenta años el Concilio Vaticano Segundo emitió el decreto Ad Gentes Divinitus (La Iglesia Enviada a las Naciones). Este “Decreto sobre la Actividad Misionera de la Iglesia” mantiene su relevancia hoy.  En el, los Padres del Concilio aclararon que todos somos “misioneros”.

Cuando la mayoría de nosotros pensamos en los “misioneros”, nos imaginamos a los sacerdotes, a las religiosas y a los hermanos viajando a tierras remotas para convertir a otros para Cristo.  Casi todos nosotros, cuando nos miramos al espejo, no vemos a un misionero, cuando en realidad deberíamos verlo.

El decreto del Concilio tenía como propósito “unir las fuerzas de todos los fieles”.  Los misioneros emplazan a “la Iglesia entre gentes o grupos que aun no creen en Cristo”.  Dada esta realidad, ¿cómo es que el resto de nosotros, que no “vamos por todo el mundo”, podemos ser misioneros?  El decreto afirma que la respuesta es simple ya que la actividad misionera ocurre siempre por medio del ejemplo personal y por actos de amor que fomenten la caridad, la justicia y la paz.

El decreto nos dice: “Porque todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de sus vidas …al hombre nuevo con que se revistieron por el bautismo… de tal forma que, todos los hombres vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre...”.

A consecuencia del Vaticano II, la Iglesia experimentó una explosión del “apostolado laico”.  Las parroquias establecieron comités de ministerios sociales en los que los parroquianos sirvieron a los necesitados, tanto en el país como en el extranjero, y los católicos, por su cuenta, se involucraron en movimientos de derechos civiles, y para luchar contra la pobreza y en favor de la paz.  Este apostolado recibió un estímulo adicional por el sentido de “misión” destacado por el Concilio.   Esa energía y ese compromiso continúan hoy en día, y se canalizan haciendo la caridad,  motivados por el amor incondicional a los demás.

El decreto señala: “La caridad cristiana se extiende a todos sin distinción de raza, credo o condición social, y no busca ni lucrar ni recibir agradecimiento alguno”. “Pues así como Dios nos amó con un amor gratuito, así los fieles, por la caridad deben preocuparse por el ser humano…, amándolo con el mismo amor con el que Dios hizo al hombre”.

Este amor en acción se extiende de manera especial a “los pobres y los afligidos”, y no solo en la caridad, enfatizaron los Padres del Concilio.  El amor nos impulsa a promover la paz y la justicia, dijeron los Padres del Concilio, quienes proclamaban: “Trabajen los cristianos y colaboren con los demás hombres en la recta ordenación de los asuntos económicos y sociales.    Tomen parte además, los fieles cristianos, en los esfuerzos de aquellos pueblos que, luchando contra el hambre, la ignorancia y las enfermedades, se esfuerzan en conseguir mejores condiciones de vida y en asegurar la paz en el mundo. Gusten los fieles de cooperar prudentemente en este aspecto con los trabajos emprendidos por instituciones privadas y públicas, por los gobiernos, por los organismos internacionales, por diversas comunidades cristianas y por las religiones no cristianas”.

En este aspecto, la Iglesia de los Estados Unidos debe sentirse orgullosa del trabajo que realiza Catholic Relief Services (CRS) (Servicios de Auxilio Católico)  al ofrecer asistencia humanitaria y de desarrollo personal a las comunidades más pobres de unos 100 países.

CRS es una manifestación tangible de la “misión evangelizadora” de la Iglesia, no en el sentido de convertir personas, sino en el de ayudar a las personas –a todas las personas- de acuerdo a su necesidad y no a su credo.

El Papa Pablo VI en su Exhortación Apostólica, Sobre la Evangelización del Mundo Moderno, desarrolló este tema en el “Decreto sobre la Actividad Misionera de la Iglesia”. El Venerable Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI reafirmaron aun más este llamado a una “nueva evangelización” en la que todos los católicos tienen un papel a desempeñar. 

“Existen profundas conexiones entre la evangelización y el progreso humano – desarrollo y liberación”,  apuntó el Papa Pablo.  Trabajar para proteger la vida humana y la dignidad, especialmente la de las personas más pobres, es parte de la “nueva evangelización” a la que se une toda la Iglesia.

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Gerald Kicanas, Obispo de Tucson, es director del Comité de Catholic Relief Services.

           

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