Bienvenidos a una de las series de los blogs sobre el Concilio Vaticano II. Cada nota examina uno de los 16 documentos producidos por los Padres del Concilio durante esa ocasión extraordinaria en la historia de la Iglesia. El Vaticano II, que unificó a los obispos del mundo, se fundó hace cincuenta años, el 11 de Octubre de 1962, en la Basílica de San Pedro.
(Photo courtesy of Catholic News Service) |
Por el Obispo
David Zubik
En cierto modo, el papel de los laicos en la Iglesia, tanto de hombres como
de mujeres, ocupó un lugar preponderante en el Concilio Vaticano Segundo. Este
papel quedó realzado en varios documentos y en un decreto, el Apostolicam Actuositatem (Actividad Apostólica), que es el “Decreto sobre el Apostolado de los Laicos,” y que se centró totalmente
en este tema.
El documento comienza resaltando
la vocación del laico y comenta que Cristo llama a todos los bautizados a la
misión de la Iglesia. Esta misión tiene dos funciones: llevar a todas las
gentes a la salvación, y la renovación del mundo. Esta misión no solo corresponde a la jerarquía,
sino a todos por virtud del bautismo.
El laicado tiene en una posición singular para ejercitar su apostolado tanto en el mundo como en la Iglesia porque está tanto en la comunidad eclesial como en la sociedad. Por ejemplo, los Santos Padres del Concilio definieron al estado laico como “vivir en medio del mundo y de los negocios temporales”, y que “son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento”.
El documento apuntaba que
la gracia de la misa dominical va más allá de la iglesia, y exponía que el
laico “es a un tiempo fiel y ciudadano”, y que “debe comportarse
siempre en ambos órdenes con una conciencia cristiana”.
El decreto hacía un llamado a los laicos a vivir de manera que se viera que “son testigos de una vida cristiana” y recordaba las enseñanzas de las Escrituras: "Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". (Mt. 5:16)
El decreto exhorta a participar en obras de caridad, anotando que “la misericordia para con los necesitados y enfermos y las obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas, son consideradas por la Iglesia como un singular honor”. Estos esfuerzos, dice el documento, clarifican el mandato que encontramos en Mateo 25, “cuando lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron conmigo”. El documento también le recuerda a los cristianos a ver a Dios en sus hermanos.
El decreto hace un llamado
a los laicos a trabajar por la justicia, “hacer suyos, como una tarea
distintiva, el trabajo de restaurar el orden temporal”. Enfatiza el valor de la “acción social de los
cristianos” y dice que “el Santo Concilio desea que se extienda hoy a
todos los sectores de la vida, sin olvidar la cultura”.
Como los laicos se
encuentran tanto en la comunidad eclesial como en la sociedad, están llamados a ejercer su vocación
bautismal en sus comunidades parroquiales, dentro de la familia, en las comunidades
en las que trabajan y viven, así como a nivel nacional e internacional. Esta renovación del mundo se puede llevar a
cabo tanto individualmente como en grupos.
Muchos laicos han encontrado apoyo a su vocación en los movimientos
laicos de la Iglesia.
Desde la celebración del
Vaticano II hasta hoy ha habido un inmenso crecimiento en el papel de los
laicos en la Iglesia. A veces el término
“apostolado”, utilizado en todo el documento, ha sido remplazado por el de
“ministerio”. La Iglesia en los Estados
Unidos, en particular, ha visto un crecimiento en el número de laicos que
sirven en situaciones en las que antes solo actuaban sacerdotes y religiosos.
---
El Obispo David
Zubik de Pittsburgh es ex-Director del Comité sobre el Laicado, el Matrimonio,
la Vida Familiar y la Juventud de la Conferencia de Obispos Católicos de los
Estados Unidos.
No comments:
Post a Comment