Wednesday, January 9, 2013

La Iglesia vuela con dos alas y un corazón


Por Mons. Charles Pope


Como sacerdote y escritor de blogs, una de las cosas que más me entristece es la gran división que existe en las dos “alas” de la Iglesia. En un ala están los que se dedican a las grandes luchas morales de nuestros días relacionadas al aborto, el entendimiento bíblico adecuado de la sexualidad humana, el matrimonio y la familia, y preguntas relacionadas a la eutanasia. En la otra ala, (o extremo) ­­­­­están los que se dedican a los temas morales y sociales relacionados a la pobreza, la justicia económica, solidaridad, unidad y respeto mutuo.

La Iglesia necesita ambas ala para volar, para tener credibilidad, bíblica y autentica. Yo espero ver el día en que esos apasionados en ambos lados unan sus trabajos, agradecidos de que algunos se preocupan por ayudar a los pobres, mientras que otros participan en proteger a los aún no nacidos. Algunos se involucran en los temas pro-vida, mientras otros ayudan en las necesidades básicas de los pobres, los presos, los marginalizados y aislados por la pobreza, enfermedades mentales, incapacidades físicas, y otras luchas. Cuando ambas alas trabajan juntas, la iglesia vuela alto.

Ambas alas, ambas batallas son esenciales. En realidad son una batalla por la dignidad humana. La Iglesia tiene una obligación de proclamar la Buena Nueva y el Reino de Dios en todos los aspectos. Debemos, como dijo San Pablo, “proclamar el consejo completo de Dios”. Y así, nos necesitamos los unos a los otros, necesitamos ambas alas.

 Más que nunca, los pobres, los necesitados, los aun no nacidos, nuestras familias, nuestra juventud y todos los que son vulnerables en cualquier forma y necesitan nuestra unidad católica, necesita el consejo completo de Dios. No podemos permitir que las ideologías políticas avancen dividiéndonos y poniéndonos en contra.

La pobreza es compleja y hombres y mujeres sensatos difieren en las soluciones más efectivas. Pero también aquí, el pobre necesita nuestra unidad, no nuestras disputas. Las soluciones católicas incluyen la diversidad y trascienden clasificaciones políticas. En “las alas” necesitamos más deseo de abandonar nuestro escepticismo y aceptar que todos queremos lo mismo: que el Reino de Dios salga adelante.

Yo he vivido mis casi 25 años de sacerdote en parroquias Afroamericanas y muchos de mis feligreses podrían ser claros defensores del involucramiento activo del gobierno como una solución a la pobreza. Muchos pueden dar testimonio personal que ha sido el gobierno federal quien ampliamente ha protegido sus derechos y les ha proveído oportunidades para avanzar económicamente en los últimos 60 años.

También sirvo en la comunidad de la Misa Tradicional en Latín, la cual tiende (como muchos que leen mi columna), a preocuparse por lo que consideran como involucramiento excesivo del gobierno federal en solucionar la pobreza. Estos apuntan al debilitamiento de la estructura familiar en los sectores más pobres afroamericanos y de otras minorías y a la naturaleza impersonal del gobierno que le roba a los pobres la dignidad y responsabilidad y crea una creciente “clase marginal permanente”.

Ambos puntos de vista son importantes, y una solución ciertamente católica buscará entretejer amplia solidaridad con los pobres que incluya colaboración de los sectores público, privado y eclesiástico.

La subsidiariedad no representa la falta de involucramiento del gobierno federal o local. Pero si nos exhorta a crear soluciones que involucra enérgicamente  a las localidades y que involucra al pobre directamente en las soluciones. También insiste en un sentido creciente de responsabilidad personal que los pobres deben de tener para salir adelante, y que todos debemos de tener en cuenta en el cuidado de los pobres a quien conocemos personalmente.

La Iglesia necesita dos alas para volar. Los pobres y vulnerables necesitan de nuestra unidad y son profundamente dañados por nuestras divisiones y desacuerdos. Dos alas: vida y familia, amor por los pobres y hambre de justicia. Dos alas para volar, pero un corazón que une el amor de Dios y del prójimo.  

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Mons. Charles Pope es pastor en la parroquia Holy Comforter-St. Cyprian en Washington y tiene una columna de cometario o blogs para la arquidiócesis y en Our Sunday Visitor.





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