Bienvenidos a una de las series de los blogs sobre el Concilio Vaticano II. Cada nota examina uno de los 16 documentos producidos por los Padres del Concilio durante esa ocasión extraordinaria en la historia de la Iglesia. El Vaticano II, que unificó a los obispos del mundo, se fundó hace cincuenta años, el 11 de Octubre de 1962, en la Basílica de San Pedro.
(Photo courtest of Catholic News Service) |
Entre los tópicos controversiales del Concilio Vaticano Segundo estuvo el de como la Iglesia debería acercarse a personas creyentes que no eran cristianas. Los Santos Padres del Concilio preguntaron lo que significaban las demás religiones, y que valor tenían estas para los católicos. Este fue el tema de la “Declaración sobre la Relación de la Iglesia y otras Religiones no Cristianas”, conocida como Nostra Aetate (En Nuestra Era), y que se concluyó en 1965.
Los Padres del Sacrosanto Concilio se enfocaron primero en la búsqueda común del ser humano por: el propósito de su existencia, el significado del sufrimiento y el camino hacia una felicidad verdadera. Luego fueron mas específicos dirigiéndose con respeto hacia los hinduistas, cuyos seguidores “contemplan el divino misterio” y a la vez buscan la liberación del sufrimiento por medio de prácticas ascéticas o meditación profunda; y al budismo, cuyos devotos “reconocen la insuficiencia radical de este mundo cambiante” y buscan encontrar la “iluminación suprema”. Estas dos, así como otras religiones, apuntaron los Santos Padres, buscan aliviar el inquieto corazón humano por medio de enseñanzas, reglas de vida y ritos sagrados.
“La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero”, enseña el Concilio. “Con respeto sincero considera esos modos de obrar y de vivir, sus preceptos y doctrinas que, por más que discrepen mucho de lo que la Iglesia profesa y enseña, no pocas veces dejan de reflejar un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”.
El documento hizo un
llamamiento a un diálogo intenso y a la colaboración con los seguidores de
estas religiones. Ya en 1964 el Papa Pablo VI había establecido el Secretariado
para los No Cristianos, conocido después de 1988 como el Consejo Pontificio para
el Diálogo Interreligioso. Estos diálogos
y contactos no pretenden llegar a obtener una unidad total, como es en el caso de
otras religiones cristianas, sino más bien tratar de establecer relaciones de
confianza y concertar esfuerzos para juntos proceder sobre problemas con los
que todos nos enfrentamos.
Nostra Aetate también examina la posición de la Iglesia hacia el mundo
islámico. Se pronuncia sobre la estima
de la Iglesia hacia los musulmanes, y enumera elementos positivos en sus vidas
y enseñanzas. Adoran a un Dios
misericordioso y todopoderoso, y se esfuerzan por entregarse a El. No creen que Jesús es Dios, pero lo veneran
como un profeta. Honran a María, la
madre de Jesús, esperan el Día del Juicio Final y la resurrección de los
muertos. Poseen altos valores morales y
rinden culto a Dios por medio de oración, limosnas y ayunos. Aunque existe una larga historia de desavenencias
entre cristianos y musulmanes, el documento “exhorta a todos a que, olvidando
lo pasado, procuren y promuevan unidos” la justicia social, la paz y la
libertad.
En los Estados Unidos existen tres diálogos católico-musulmanes que laboran en torno a las metas que fijó el Concilio. Han emitido varios documentos sobre temas relacionados con las fuentes de la revelación y el matrimonio entre católicos y musulmanes. Esta es una relación difícil debido a la situación geopolítica que existe hoy, pero los diálogos van progresando.
La Declaración dedica un mayor
espacio a los judíos. Indudablemente que
la Iglesia tiene muchas más cosas en común con los judíos que con ninguna otra
religión. La Iglesia recibió la revelación del Antiguo Testamento de aquel pueblo con
quien Dios se dignó establecer la Antigua Alianza, y los Apóstoles, así
como la mayoría de los primeros discípulos, eran judíos. Aunque la mayoría de los judíos no aceptaron
el Evangelio, Dios aún los considera como “muy
amados”, y El “no se arrepiente” de los dones que les ha dado.
Nostra Aetate rechaza cualquier noción de que todos los judíos
fueron responsables en el pasado, ni que ningún judío es responsable hoy de la
muerte de Jesús. Además, no se puede
percibir a los judíos como rechazados o maldecidos por Dios, y por lo tanto
cualquier tipo de antisemitismo es totalmente rechazado. Esta aclaración ha conducido a un gran mejoramiento
en las relaciones entre los dos grupos.
En su histórica visita a una sinagoga en Roma en el 1986, el Papa Juan
Pablo II se refirió a ellos como nuestros “hermanos mayores” en la fe de
Abraham. En los Estados Unidos tenemos
dos diálogos con la comunidad hebrea: uno con el Consejo Nacional de Sinagogas,
y otro con la Unión Ortodoxa y el Concilio Rabínico de América. Podrán surgir malentendidos, pero la relación
con los judíos hoy se encuentra a muchos años luz de lo que era antes del
Concilio Vaticano.
---
El Obispo Denis
Madden es Director del Comité sobre Ecumenismo y Asuntos Interreligiosos de la
Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.
No comments:
Post a Comment