Bienvenidos a una de las series de los blogs sobre el Concilio Vaticano II. Cada nota examina uno de los 16 documentos producidos por los Padres del Concilio durante esa ocasión extraordinaria en la historia de la Iglesia. El Vaticano II, que unificó a los obispos del mundo, se fundó hace cincuenta años, el 11 de Octubre de 1962, en la Basílica de San Pedro.
(Photo courtesy of Catholic News Service) |
“Los gozos y las esperanzas; las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los que de alguna manera sufren, son a la vez los gozos y las esperanzas; las tristezas y las angustias de los discípulos de Cristo”. Con estas poderosas palabras, el Concilio Vaticano Segundo estableció hace cincuenta años la Gaudium et Spes (Gozos y Esperanzas), que es la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual.
La Constitución defendía la
responsabilidad de la Iglesia a interpretar “los signos de los tiempos”, a “enseñar
su doctrina social,” y a “dar su juicio
moral incluso sobre materias referentes al orden político,
cuando los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas lo
exijan”.
No
solamente están obligados los líderes de la Iglesia a impartir juicios morales
en asuntos sociales, sino que todos los cristianos han sido llamados a tomar esta
acción. El Concilio le recordó a los
católicos que no pueden orar por una cosa el domingo, y luego hacer otra cosa
distinta el resto de la semana. El
Concilio también apuntó que “Uno de los más graves errores de nuestra época es
la dicotomía que existe entre la fe que muchos profesan y su vida diaria”.
Los Santos
Padres del Concilio hicieron un llamado a los fieles a ser ciudadanos fieles
tanto de la ciudad terrenal como del Reino de Dios. “Lejos de aminorar nuestra preocupación por desarrollar esta tierra, nos debería estimular
la expectativa de una nueva tierra...”
La Constitución
ejerció un efecto profundo en toda la Iglesia.
Hizo que las conferencias nacionales de obispos, como la Conferencia de
Obispos Católicos de los Estados Unidos, examinara los “signos de los tiempos” y
“emitiera su juicio moral sobre ellos”. Llevó
al laicado a comprometerse con una serie de causas sociales: desde derechos
civiles, a la pobreza; el aborto; la guerra y la paz. Dos
ejemplos de esta rica herencia son las cartas pastorales “El Reto de la Paz” y
“Justicia Económica para Todos” emitidas
por los obispos de los Estados Unidos.
La brecha existente entre ricos y pobres identificada por los Santos Padres del Concilio es uno de los “signos de los tiempos”. Los Padres señalaron la paradoja de la vida moderna, y declararon que “nunca antes la raza humana ha disfrutado de tanta abundancia de riqueza, recursos y poder económico, y sin embargo una inmensa proporción de los ciudadanos del mundo todavía están atormentados por el hambre y la pobreza, mientras muchos otros sufren de un total analfabetismo”. Aunque se ha progresado mucho en las últimas cinco décadas, demasiadas personas en el mundo permanecen en una pobreza aplastante.
Para tratar
el asunto de la desigualdad, el Concilio enfatizó que todos debían participar
en la vida económica. El desarrollo
económico “no debe quedar en manos de unos pocos, o
de grupos económicamente poderosos en exceso, ni tampoco en manos de una sola
comunidad política”, declaraba la Gaudium
et Spes. La constitución defendía
los derechos de los trabajadores contra la “explotación”, e incluía su derecho
a organizarse en sindicatos.
La
guerra sigue siendo uno de los signos más críticos de nuestro tiempo. La destrucción causada por las armas modernas
obligó al Concilio a “emprender una re-evaluación totalmente nueva de la guerra”.
“Toda acción bélica que tienda a la destrucción indiscriminada de ciudades enteras o de extensas regiones y sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones”, expresaron los Santos Padres del Concilio. Esto llevó a la Iglesia a trabajar por un mundo libre de armas científicas.
El Concilio
enseñó que: “La paz no es la mera ausencia de la guerra,
como tampoco puede reducirse solamente al mantenimiento de un equilibrio entre
las fuerzas adversarias… sino que es…un asunto de justicia”.
Hay una
profunda conexión entre la paz y la justicia.
La guerra roba al mundo de los recursos necesarios para combatir la
pobreza; y la pobreza y la injusticia aumentan la violencia. En las emotivas palabras del Concilio, “la carrera
de armamentos es la plaga más grande de la humanidad, y perjudica a los pobres
de manera intolerable”.
La Gaudium et Spes estimuló a los
católicos, de forma dramática, a comprometerse con la justicia y la paz, y es
todavía hoy un imperioso asunto moral.
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El Obispo Richard E. Pates de Des Moines, Iowa, es
director del Comité Internacional de Justicia y Paz de la Conferencia de
Obispos Católicos de los Estados Unidos.
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