Bienvenidos a una de las series de los blogs sobre el Concilio Vaticano II. Cada nota examina uno de los 16 documentos producidos por los Padres del Concilio durante esa ocasión extraordinaria en la historia de la Iglesia. El Vaticano II, que unificó a los obispos del mundo, se fundó hace cincuenta años, el 11 de Octubre de 1962, en la Basílica de San Pedro.
(Photo courtesy of Catholic News Service |
Por el Obispo Joseph McFadden
El Concilio Vaticano Segundo se dirigió a todo el mundo, y el documento Gravissimum Educationis (sobre la Importancia de la Educación) de los Santos Padres del Concilio, así lo aclaró en su “Declaración sobre la Educación Cristiana”. Publicada el 28 de octubre de 1965, la concisa declaración fue emitida durante la cuarta y última sesión del Vaticano II. Trataba el tema de la educación en general, pero se enfocaba primordialmente en la educación cristiana. Tres de sus puntos mantienen hoy una importancia crucial.
1) El propósito de la educación cristiana es ayudar a las personas a alcanzar la salvación.
Los Santos Padres del Concilio apuntaron que “el propósito de la verdadera educación es la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las sociedades, de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades deberá tomar parte una vez llegado a la madurez”. (GE, 1) Los Padres del Concilio comentaron que vivir una buena vida cristiana acrecienta la armonía, las virtudes naturales democráticas y el bien común, pero aún mucho más importante que esto, aumenta la gracia que es el camino para vivir una vida santa. Hoy en día en que la tecnología y los medios de comunicación bombardean nuestros sentidos con imágenes positivas y negativas, con sonidos y palabras, es crítica y necesaria una sólida educación cristiana que enseñe a tomar decisiones inteligentes en un mundo pluralista.
2) Los padres son los primeros educadores de sus hijos, y tienen el deber y el derecho
fundamental a escoger una educación que vaya de acuerdo a sus creencias. La declaración reconoce el papel fundamental que tienen los padres, y por lo tanto la familia, en la sociedad. Los Santos Padres expresaron que “La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, de la que todas las sociedades necesitan”. (GE, 3) Por la familia los niños se encuentran con Dios, con el hermano y con la comunidad. Por la familia los niños aprenden los elementos de la justicia social; comparten con los menos afortunados, y experimentan como dar de sí mismos. “Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, están gravemente obligados a la educación de la prole y, por tanto, ellos son los primeros y principales educadores”. (GE, 3)
Los Santos Padres del Concilio señalaron que “entre todos los medios de educación, el de mayor importancia es la escuela”, que está diseñada […] “a cultivar con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistado por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara a la vida profesional…”. (GE, 5) Como resultado, los padres deben tener la opción de ofrecer a sus hijos una educación que reafirme los valores positivos de la vida familiar y de sus creencias.
3) Por el principio de la subsidiariedad, la Iglesia y el Estado deberían apoyar a los padres en su labor como primeros educadores de sus hijos. Es tremendamente importante que los padres encuentren el apoyo de la sociedad civil y de la comunidad eclesial para poder cumplir con este derecho y deber tan fundamental. La Iglesia tiene la obligación de establecer escuelas que ofrezcan educación cristiana por medio de las cuales el cuerpo, la mente y el espíritu del niño se desarrollen en el entorno del Evangelio. Una preocupación que va en aumento es el apoyo financiero a la educación católica, y es importante para toda la Iglesia apoyar su misión de educar a los jóvenes. Los Santos Padres del Concilio también señalaron que la sociedad civil tiene la obligación de proveer a los niños de una buena educación y así promover el bienestar de sus ciudadanos. Estas dos obligaciones, la de la Iglesia y la del Estado, no tienen por qué estar en conflicto entre sí. La aceptación respetuosa de ambas partes crea un entorno en el cual puede florecer la educación de muchos. Tanto la Iglesia como la sociedad civil deben trabajar unidos para ofrecer opciones educacionales a la juventud, y las opciones deben incluir escuelas cristianas.
Hace cincuenta años la Iglesia comenzó un diálogo sobre cuál debería ser el papel adecuado de la educación. Los tiempos han cambiado, pero no ha cambiado la necesidad para un diálogo.
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El Obispo Joseph McFadden de Harrisburg, Pennsylvania es Director del Comité sobre Educación de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.
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