Hace diez años regrese a la fe católica de la cual me había alejado. Yo había disfrutado mi vida como un profesional del golf, tal vez una carrera la cual Dios pensó que me ayudaría en conversaciones futuras con feligreses. Sin embargo, siempre hacía falta algo, un sentido de paz, que me hizo regresar a la fe y hacia el sacerdocio.
Como sacerdote quiero ser un puente entre Dios y el hombre. Quiero ser un instrumento que ayuda a la gente a reconciliarse con Dios, tal vez a través de la confesión. Quiero traer esperanza y animo en momentos de dificultades, y quiero compartir con feligreses momentos de alegría durante los bautismos y bodas. Espero ser un predicador efectivo que pueda transmitir la riqueza de la revelación de Dios y estimular a quienes me escuchen a vivir la fe cristiana. También sé que para lograrlo debo ser un hombre de oración que enseña no solo con la palabra pero también con acciones.
Cuando vuelvo a la diócesis seré asignado a una parroquia. Como es costumbre en nuestra diócesis, durante los primeros años del sacerdocio es posible que sirva como maestro en una de las escuelas católicas. Estas son oportunidades de llevar a Dios a las vidas de los feligreses y estudiantes a través de los sacramentos, de la predica y la enseñanza. Siento que mi experiencia de haber vivido alejado de practicar la fe será algo que Dios utilizará para atraer a otros que se enfrentan a retos similares.
Viví dos veranos en dos parroquias distintas en la Diócesis de Rockford. Ahí enseñe catequesis, visite a los enfermos, asistí durante la Misa. Fue en ese entrenamiento donde intenté absorber la sabiduría de quienes han pasado años al cuidado de sus feligreses. En el seminario, serví como diacono en Camp Darby, un puesto del ejército cerca de Pisa, en Italia. Todo esto ha sido en preparación para el sacerdocio.
Mi visión sobre el sacerdocio ha sido formada por muchos sacerdotes fieles y obispos en la diócesis de Rockford y en el seminario. Ellos me han mostrado lo que es ser un buen sacerdote en oración, en la predica y en el servicio a los demás. A pasos de la Basílica de San Pedro, mi visión también ha sido formada por el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco. Sus ejemplos de humildad y fidelidad nos llevan a buscar una relación más profunda con Cristo Jesús.
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